06Religión

Nosotros respetamos al creyente pero no necesariamente el contenido de la creencia.

Fe y Libertad de Expresión

La religión ha supuesto siempre un problema para la  libertad de expresión al igual que la libertad de expresión lo ha sido también para la religión. Resulta plausible que algo similar a lo que hoy entendemos por religión, fuera la primera gran restricción voluntaria que colectivos de seres humanos decidieron darse a sí mismos y a su capacidad para expresarse. ¿Hay acaso alguna cultura que no haya tenido áreas relacionadas con lo sagrado y lo tabú? En Occidente, a ambos lados del Atlántico, el debate sobre la libertad de expresión, propio de la Ilustración del XVII y presente desde ese siglo en adelante, se centraba en cómo hacer frente a las autoridades religiosas y a los conflictos de fe.

Que la modernización inevitablemente daría paso a la secularización, fue una creencia ampliamente diseminada a mediados del siglo XX en Occidente. Pero la religión nunca ha cesado de existir; al contrario, algunas de las polémicas más intensas y candentes sobre la libertad de expresión han surgido en la Europa actual a raíz del triángulo electrificado que forma el Cristianismo, el Islam y el ateismo. No hay más que mirar a la India y a Oriente Medio para ver cómo, ciertamente, las palabras, las imágenes y los símbolos religiosos pueden ser motivo de hostilidad y violencia entre grupos que se definen a sí mismos, bien parcialmente o en su totalidad, por la religión que profesan, ya sean judíos, hindús, sijs, jains o ahmadis.

Aquello que consideramos sagrado se encuentra, inherentemente y por definición, entre las cosas más importantes para nosotros. Esto explica que en Polonia y Rusia las leyes que legislan las opiniones sobre religión hablan de ‘la ofensa a los sentimientos religiosos’ y éstos, sin duda, se encuentran entre los sentimientos más fuertes y profundos que los seres humanos podemos tener. A los musulmanes se les enseña que deben estimar al profeta Mahoma más que a sus propios hijos. Escuchar al ya fallecido Papa Juan Pablo II rezarle a la Virgen María era como escuchar a un hijo hablando a su madre. La experiencia resultaba profundamente conmovedora incluso para un no creyente.

A lo largo de la Historia, la gran mayoría de los pueblos han reforzado estos sentimientos. En ellos han apoyado sus sistemas sociales y políticos, creando tabúes. Dentro de los estados modernos, esta idea se ha visto concretada en leyes de blasfemia, protegiendo a algunas religiones, si bien es cierto que no a todas. En el Reino Unido la Ley de Blasfemia, que protegía al Cristianismo, fue revocada recientemente en 2008. Los países con mayorías musulmanas tienen leyes de blasfemia que protegen sólo o en gran medida al Islam. En Pakistán, el artículo 295 del Código Penal dicta que los ‘comentarios derogatorios’ hechos sobre Mahoma ‘de palabra, oral o escrita, representación visual o a través de cualquier imputación o insinuación, directa e indirecta’ serán castigados con la muerte. Así le sucedió a Aasia Bibi, una mujer que fuesentenciada a muerte bajo este artículo. En un gran número de países musulmanes, estas normas también legislan el uso y los servicios de Internet.

¿‘Difamación de religiones’?

Es en el momento en el que todos nos convertimos en vecinos, tanto de manera física como virtual, cuando se nos presentan dos caminos por los que transitar. Podemos optar por desmantelar los tabúes selectivos que protegen a una religión o a algunas de las religiones que predominan en un territorio concreto; o bien, podemos hacer que estos tabúes incluyan a todas las religiones por igual. De esta manera, ‘tú respetas mi tabú y yo respeto el tuyo’. En el Reino Unido, por ejemplo, varios líderes de la comunidad musulmana defendían que la Ley de Blasfemia se ampliara e incluyera al Islam. A nivel internacional, la Organización para la Cooperación Islámica, un organismo internacional compuesto por 56 países de mayoría musulmana, ha estado presionando a las Naciones Unidas durante varios años para que adoptara lo que denominaron ‘los nuevos estándares normativos vinculantes’, que prohibían la ‘difamación de las religiones’.

Pero ¿qué entendemos por religión? Además de las tres religiones abrahámicas: el Islam, el Cristianismo y el Judaísmo, la gran mayoría de nosotros estaríamos dispuestos a aceptar que creencias tan establecidas como el Hinduismo, el Budismo, el Daoismo, el Sijismo y la Yoruba fueran también consideradas religiones. El Confucionismo podría incluirse en base a su antigüedad y a su número de adherentes, aunque hay quienes cuestionan que sea estrictamente una religión. Y ¿qué podríamos decir sobre la Cienciología? ¿y la astrología? Los europeos seculares con frecuencia se burlan de la religiosidad inocentona de los americanos, pero según una encuesta, más de la mitad de la población en Francia, Alemania y el Reino Unido dicen tomarse la astrología seriamente. ¿Y qué decir sobre las 390.000 personas que se identificaroncomo ‘jedi’ en el censo británico del 2001?

¿Quién decide lo que es una religión ‘seria’? En los Estados Unidos, la ley trata a la Cienciología como una religión como otra cualquiera; en cambio, en Alemania, la Cienciología ha sido declarada ilegal por ser una secta peligrosa (así es cómo un cienciólogo alemán pidió asilo en Estados Unidos, algo que le fue concedido en base a haber sufrido una persecución religiosa). ¿Acaso son el haber existido durante mucho tiempo y el tener un gran número de seguidores las condiciones necesarias para ser una religión? En ese caso, el Cristianismo del primer siglo D.C. no hubiera cualificado como religión. ¿O es acaso el poder que ostenta lo que hace que la gente se la tome en serio?

Para reflexionar y contestar a estas preguntas la premisa, obviamente, no puede ser un estándar generalizado de lo razonable, ya que la fe, por definición, no está subordinada a la razón. Eso sí, hay teólogos en todas las religiones que defienden que la razón puede apoyarse y acompañar a la fe; aunque ese ya es otro tema. Algunas de las claves centrales de varias de las religiones largamente establecidas se contradicen las unas con las otras.

¿Y qué sucede con los ateos? ¿No deberían tener ellos el mismo derecho a que sus solicitudes fueran protegidas? La Ley de Orden Público británica dicta que así debe ser. Ésta define a un ‘grupo religioso’ como un ‘grupo de personas definidas por su referencia a una creencia religiosa o a su carencia de ella’. Por tanto, ser irreligioso me hace… religioso. Hay historiadores que puntualizan que la pertenencia a muchas de las religiones mundiales no se establece por creencia sino por la observación de sus rituales. Esto quiere decir que uno puede ser judío en el sentido religioso, y al mismo tiempo, no creer en Dios.

Estas no son objeciones frívolas o un intento a ‘reducirlas a lo absurdo’. Los límites de lo que podemos entender por religión son tan amplios y fluidos – y  tan importantes las preguntas que suscitan –  que cualquier intento de imponerle límites acabaría por restringir severamente el conocimiento que podemos alcanzar (ver P5), además de limitar las diferencias sobre las que podemos hablar abiertamente (ver P4) y recortar las opciones políticas sobre las que debatir libremente a través de medios abiertos y diversos (ver P3).

El Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas respalda esta postura. Su interpretación del Artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos estipula que las “prohibiciones por falta de respeto a otra religión o sistema de creencias, dentro de las que se incluye las leyes de blasfemia, son incompatibles con el Pacto”. Pero estas manifestaciones, no pueden ni deben violar la prohibición que el Artículo 20 hace de “toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituya una incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia”. Esto deja, por tanto, un gran margen a la interpretación; si bien es cierto que el criterio en ningún caso debe ser la ofensa (o la difamación de) cualquier religión.

Dos tipos de respeto

Como hemos resaltado en la introducción a este principio, el argumento de que no debería estar prohibido por ley constituye sólo la mitad de la historia. Eso no significa que debamos decir todo lo que queramos, de forma ofensiva, sobre algo tan esencial para los que nos rodean. Por ello, nuestra propuesta sigue la distinción elaborada por el filósofo Stephen Darwall por la cual se identifican dos tipos de respeto. Cuando decimos de forma inequívoca e incondicional que “respetamos al creyente”, nos referimos a lo que Darwall denomina el “respeto de reconocimiento”. Cuando decimos “pero no necesariamente el contenido de la creencia,” nos referimos a lo que Darwall llama el  “respeto de valoración”.

Así que la primera parte de esta propuesta supone que, aunque un tercero crea en algo que yo considero ser una tontería peligrosa y, por ello, me gustaría persuadirle que no la creyera, reconozco que tiene la misma humanidad básica, la misma dignidad inherente y los mismos derechos universales e inalienables que yo. Sus derechos humanos y civiles, su igualdad ante la ley, el respeto que se merece simplemente por ser miembro de la raza humana son elementos que no deben reducirse ni un ápice.

Esta idea también se hace eco de la libertad religiosa fundamental definida en el Artículo 18 del Pacto como la libertad de tener o elegir una religión o una creencia “así como la libertad de ‘manifestarlas individual o colectivamente, tanto en público como en privado, mediante el culto, la celebración de los ritos, las prácticas y la enseñanza”.

Este respeto inequívoco por el creyente puede acompañarse (aunque no tiene necesariamente porqué) del reconocimiento empírico de que la mayoría de los seres humanos poseen creencias que no son susceptibles a la verificación científica. Existen estudios cognitivos y neurocientíficos que sugieren que hay un componente religioso ‘cableado’ en la mente humana. Incluso he llegado a escuchar al científico ateo Richard Dawkins decir que las creencias religiosas, en el pasado, podrían haber sido una ventaja evolutiva.

Cada día, nuestras experiencias con otros seres humanos demuestran que el hecho de que haya personas que crean en cosas que otras ven como profundamente equivocadas no las convierte en personas menos fiables en el desempeño de sus tareas como contables, mecánicos o incluso (sorprendente pero cierto) como esposas y maridos. Obviamente, cuanto más irracional o equivocado nos resulte un determinado sistema de creencias y cuanto más parezca entrometerse en áreas más amplias de la vida, la convivencia con ella se volverá más problemática. Al fin y al cabo, uno puede estar satisfecho con un dentista que tenga ideas creacionistas pero no querer que alguien con ese tipo de ideas le enseñe biología a su hijo.

Bien es cierto que tener a un ‘High Fiver’ (alguien que cree que 2 + 2 = 5) trabajando como contable en una empresa puede causar problemas. Pero existen varios ámbitos en la vida en los que esas ideas no causan problemas prácticos. Podemos, por tanto, respetar al creyente sin necesariamente respetar el contenido de su creencia.

Respeto de Valoración

El respeto de valoración es más exigente. Implica que “yo respeto tus habilidades como futbolista, tu trabajo como escritor, tu coraje como soldado y tu dedicación como enfermera.” Así que la segunda parte de este principio nos llama a valorar las reivindicaciones, el record  y las prácticas actuales de una fe. La valoración puede acabar en un rechazo frontal y total. Como dice un escritor ateo “te respeto demasiado como para respetar también tus creencias ridículas.” Pero en el otro extremo puede dar pie a una aceptación total: “estoy tan convencido por las afirmaciones de tu fe que me convierto a ella.” Pero la clave de esto reside en ser libres a la hora de mantener un debate abierto sobre las afirmaciones de todas y cada una de las religiones, que incluyan hasta la conversión a otra fe – o a ser ateo – y sin miedo a posibles represalias. En una gran parte del mundo, éste no es el caso. El cuestionar o abandonar la fe en la que uno ha sido educado o aquella que prevalece dentro de la comunidad, resulta en sanciones que van desde el ostracismo social hasta la muerte.

También existen otras fórmulas menos frontales con las que hacer una valoración que resulte en formas matizadas de respeto. El filósofo alemán Jürgen Habermas sugiere que se reflexione sobre “el reconocimiento mutuo que constituye la ciudadanía compartida.” Dice Habermas que se espera de los ciudadanos seculares que no excluyan a fortiori la posibilidad de que, dentro de pronunciamientos religiosos, contenidos semánticos y en intuiciones personales implícitas, puedan encontrar ideas que trasladar e introducir a un discurso secular.” Es decir, que si yo tradujera a mi propio lenguaje lo que otro dice empleando su vocabulario religioso, podría darse el caso de que lo que dice es algo con lo que yo estoy de acuerdo, o al menos, algo que contiene un elemento de verdad. Esta no es una idea totalmente nueva, de hecho, en el XII edicto del rey indio Asoka, escrito en III A.C., se puede encontrar una semilla de esta idea. En el edicto se recomienda a la gente a que aprenda de ‘las esencias’ de otras religiones.

También existe una fórmula de respeto verdadero por el cual se puede separar el contenido de la creencia. Puedo llegar a la conclusión de que las creencias del otro son irracionales, incluso cuando yo las traduzco a mi propio lenguaje; no obstante, admiro su conducta personal y reconozco que, por lo que dice, ésta proviene y en gran medida está motivada por las creencias que posee. Hace cosas que, también según mi criterio, son buenas, nobles y valientes, aunque las haga por motivos que para mí puedan no tener sentido. Imaginaos que el 99% de la pequeña comunidad religiosa de los High Fivers (los que creen que 2 + 2 = 5) realizara servicios extraordinarios y desinteresados a favor de los más necesitados, insistiendo a su vez en que acometen estas acciones por ser un mandamiento de su fe. El hecho de que realicen este tipo de acciones acaso ¿no supondría una valoración positiva de respeto por nuestra parte? ¿Y no llegaríamos a la misma conclusión aún pudiendo precisar que la premisa central que tiene su fe está equivocada o es incierta?

Aunque no sintiéramos ninguna de estas formas de respeto de valoración, ni con respecto a la creencia ni hacia la conducta que de ella emana, sí mantendremos un respeto incondicional de reconocimiento para con el creyente. Solamente haciendo esta distinción podremos conseguir que gentes de todas las religiones puedan vivir en comunidad.

¿No es esto privilegiar a una creencia?

Nuestra propuesta pide algo que muchos consideran difícil de hacer. Consiste en hacer y mantener la diferencia entre el ser y la creencia. Es cierto que esta propuesta invita a realizar la siguiente objeción: ¿acaso no se nos está pidiendo que pongamos una creencia por encima de todas las demás – la creencia de que todos nos entendamos a través de esta fórmula? En nombre de la virtud liberal de tolerancia, nuestra propuesta realiza la petición de que aceptemos que otros continúen creyendo y comportándose en base a sus convicciones aún cuando podamos pensar que son intelectual y moralmente incorrectas.

Pero ¿cómo puede ser correcto que aceptemos algo incorrecto? La respuesta es por un bien mayor; el de que todos seamos libres para poder escoger la manera de vivir nuestra vida, siempre que esto no impida que los demás puedan hacer lo mismo. La Historia sugiere que cuando queremos imponer nuestra ‘visión verdadera’ sobre los demás, acabamos matando o coercionándolos, por lo que esta propuesta no es una ‘visión verdadera’ cualquiera. Es la única forma que, de verdad, tiene por objetivo hacer posible que los seres humanos puedan convivir en su diversidad de visiones verdaderas.

Por tanto, nuestra propuesta para el séptimo principio sí pone una creencia (no religiosa) por encima del resto. Eso sí, en ningún caso pretendemos ponerla por encima de cualquier cuestionamiento. Si quieres cuestionarla o mostrar tu rechazo total hacia ella empieza aquí. La palabra es tuya.


Comentarios (0)

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    What about violence against animals?Is it a less important?

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    What does this have to do with free speech?

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      Threats and acts of violence, and intimidation are often used to curtail free speech.

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    Violence is justified in defense of life in response to violent provocation. While I believe in the Christian principle of pacifism in the way I lead my life, I cannot say that violence to defend life and self and community is aways evil. In 1939 war was the right course of action by the British and French governments against Nazi aggression. But war should never be the first course of action. We need global peace, but we should never ignore aggression for its sake.

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      Sure, World War II would be a great example of how violence can be used in order to prevent life, but unfortunately not all the conflict situations are as black and white. Take for the nations in Africa. The borders of the countries were drawn arbitrarily which left some ethnic groups separated by border and other mixed. Some found themselves on the wrong side of the border. Eventually that led to massive ethnic clashes leaving millions up to this day dead. Violence in Africa happens daily and it needs to be stopped, but who is wrong and who is right? Sure we can keep blaming 20th century European Imperial nations for their ignorance but that wouldn’t help much. So the question is who do we help? Who deserved to get the support of the West and who deserves to be hated? Unfortunately nowadays not least effort is put into trying to determine that and the only factor which makes the biggest difference national interest

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    très intéressant et utile dans ce monde de violence. c est un bon message a passe

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    Soy un ciudadano colombiano, siempre afortunado y por mi corta edad (19 años) nunca he tenido encuentros directos con violencia de carteles de drogas o cualquier grupo subversivo. Sin embargo, durante toda mi vida he visto como mi país ha sido afectado por la violencia y los grupos contra la ley. La violencia no puede ser tolerada en ningún sentido! Acaba familias, vidas, países enteros.

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Debate sobre la Libertad de Expresión es un proyecto de investigación del Programa Dahrendorf de Estudios para la Libertad en el St Antony's College de la Universidad de Oxford. www.freespeechdebate.ox.ac.uk

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