Un mundo todavía lleno de tabúes
Decir que no debería haber tabúes en el debate y la diseminación del conocimiento puede parecer obvio. Sin embargo, tanto poderes públicos como privados han tratado repetidamente de imponer tales tabúes y todavía lo hacen. Algunas de las restricciones más perdurables son las que anteponen la Verdad, con V mayúscula, revelada por la fe religiosa, a aquella establecida científicamente, mediante la comprobación empírica de las hipótesis. Probablemente el caso más conocido de la historia es que la Iglesia Católica Romana obligara al científico italiano, Galileo Galilei, a retractarse de su afirmación de que la Tierra orbita alrededor del sol.
En nuestros días, un imán británico llamado Usama Hasan, recibió amenazas de muerte por defender en su propia mezquita que el Islam es compatible con la teoría de la evolución. No se debería, bromeó uno de sus críticos, gritar “Evolución” en una mezquita atestada de gente. (Se trataba de un juego de palabras basado en el famoso comentario del jurista norteamericano Oliver Wendell Holmes, quien expresó que nadie debería gritar “¡Fuego!” en un teatro abarrotado). En gran parte del mundo musulmán, la evolución aún no se enseña. Es un tabú. (ver P7)
Las empresas, los carteles de empresas y las asociaciones profesionales también han bloqueado aquellas líneas de investigación que consideran una amenaza. Las compañías farmacéuticas han eliminado o ignorado resultados adversos arrojados por pruebas científicas de medicamentos en los que habíaninvertido mucho dinero. El divulgador científico británico Simon Singh fue demandado por la Asociación Quiropráctica Británica por decir que esta promovía “falsos tratamientos” sin el “más mínimo fundamento”. En este caso, se empleó la ley de difamación (ver P9) para impedir un debate científico justo.
Muchos Estados también imponen zonas de acceso prohibido. A veces las mismas están relacionadas con la protección de la privacidad de sus ciudadanos (ver P8) o secretos oficiales, justificados por razones tales como la seguridad nacional (ver P10). Para algunas restricciones, en principio, uno puede aceptar estos argumentos; el problema está cuando los límites son demasiado amplios. Sin embargo, a menudo estos tabúes atañen el conocimiento de actos públicos y personalidades del pasado. En este caso no hay tal justificación.
Controlar el pasado
Los ejemplos más conocidos implican regímenes totalitarios que sistemáticamente niegan o tergiversan episodios de la historia que resultan vergonzosos desde un punto de vista ideológico y nacional. Durante décadas, la Unión Soviética negó la existencia de protocolos secretos en el pacto de no agresión nazi-soviético del año 1939, que establecía la división de Polonia entre la Unión Soviética y la Alemania nazi. (Recuerdo claramente a un destacado historiador soviético negarlo en mi cara). Durante décadas, también se afirmó que los oficiales polacos asesinados por las fuerzas de seguridad soviéticas en Katyn en 1940 habían sido en realidad asesinados por los nazis en 1941. Se encarceló a las personas que sugerían lo contrario: en otras palabras, a quienes decían la verdad.
En la China de hoy no se puede debatir libremente o difundir información sobre lo que pasó en la Plaza Tiananmen en el año 1989. Si usted consulta la “masacre de Tiananmen” en el buscador Baidu en China, aparece este mensaje: “Es posible que los resultados de la búsqueda no cumplan con las leyes, reglamentos o políticas, y por este motivo no se muestran”. En la República Islámica de Irán, no se podría publicar una biografía crítica del fundador del Estado, Ayatolá Jomeini.
Estas medidas no se limitan sólo a los gobiernos totalitarios y autoritarios. En Turquía, los periodistas son procesados por hacer declaraciones críticas sobre el fundador del país, Kemal Ataturk. Una biografía de Gandhi fue prohibida en el Estado indio de Gujarat porque supuestamente sugería que Gandhi podría haber sido bisexual (una afirmación que el autor dice no haber hecho nunca).
La negación del Holocausto
En algunas de las democracias europeas más liberales y respetuosas con la ley existen restricciones legales en el debate histórico. A uno le pueden enviar a prisión por negar que los nazis asesinaron a millones de judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial, un genocidio que ahora generalmente se conoce como el Holocausto. La prohibición de la negación del Holocausto fue introducida por primera vez en Alemania y en Austria poco después de 1945, en un momento en que había serios temores de un resurgimiento nazi. Hoy en día, la negación del Holocausto está tipificada como delito, de una manera u otra, al menos en diez países europeos.
Pero permítanme decirlo con claridad: la memoria del Holocausto es de enorme importancia. Incluso me atrevería a decir que para mí es sagrada, en un sentido secular de la palabra. En mi opinión, no sólo lo que hemos hecho en Europa desde 1945, sino el proyecto más importante de construir un orden internacional liberal es, en lo más profundo, un intento de garantizar que algo así no vuelva a ocurrir jamás. Pero prohibir a la gente por ley que niegue el Holocausto es un camino totalmente equivocado.
Existe una abrumadora cantidad de evidencia histórica para refutar la afirmación de que el asesinato en masa de judíos europeos nunca ocurrió. Si algunos no creen en todas estas pruebas, tampoco se van a convencer porque haya una ley que lo diga. A lo sumo, estas personas tendrán miedo de decir en público lo que piensan en privado. Cuando Austria encarceló al historiador David Irving por negar el Holocausto en 2006, no hizo más que permitirle convertirse en un mártir de la libertad de expresión.
Tabúes sin marcha atrás y una doble vara de medir
Al igual que sucede con otras formas de incitación al odio (ver P4), también se produce un retorcido efecto de arrastre. Otros grupos dicen: “Si el martirio de aquellos es elevado a un tabú sagrado, el nuestro también debería serlo”. Esto es lo que ha sucedido en Europa.
En 1995, el experto otomano Bernard Lewis fue condenado por un tribunal francés por discutir que el terrible sufrimiento infligido a los armenios en los últimos años de dominio otomano no puede ser descrito correctamente como un “genocidio” de acuerdo con la definición del derecho internacional. En 2007, un político y periodista turco llamado Dogu Perincek fue condenado en Suiza, donde existe una ley que prohíbe negar que lo que sucedió con los armenios fue un genocidio. Mientras tanto, en la propia Turquía, Orhan Pamuk, escritor ganador del premio Nobel, fue procesado por sugerir – en una entrevista con una revista suiza – que lo que sucedió a los armenios fue un genocidio. Así, aquello que es decretado como verdad por el estado en los Alpes, es decretado falso en Anatolia.
Cuando una bienintencionada ministra de justicia alemana impulsó una Decisión Marco de la UE donde se estipulaba que todos los estados miembros deberían tipificar como delito la negación de tales atrocidades históricas, se enfrentó a los países europeos orientales, quienes sugirieron que negar los horrores del totalitarismo comunista debería ser penalizado también. El Parlamento húngaro aprobó en 2010 una ley que penaliza la negación del Holocausto. Más tarde ese mismo año, una nueva mayoría en el parlamentomodificó la formulación de la ley para “castigar a los que niegan los genocidios cometidos por los nacionalsocialistas o los sistemas comunistas”. Y así sucesivamente.
Hay otra acusación más importante derivada también de una doble vara de medir. Algunos musulmanes dicen: “Ustedes – europeos , cristianos, judíos, liberales ilustrados –protegen por ley lo que les es más sagrado, el recuerdo del Holocausto, pero insisten en que los musulmanes debemos permitir que lo que es más sagrado para nosotros, la memoria y la imagen del profeta Mahoma, sea objeto de caricatura y abuso. Hay una regla para ustedes y otra para nosotros”. Los hechos históricos y las creencias religiosas no son precisamente comparables, pero seguramente tienen algo de razón. En este mundo confuso, debemos ser coherentes en ambos sentidos. Si juntamos todos los tabúes del mundo, no quedará mucho sobre lo que podamos hablar.
Esta posición está respaldada por la acreditada interpretación del artículo 19 realizada por el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que dice claramente: “Las leyes que penalizan la expresión de opiniones sobre hechos históricos son incompatibles con las obligaciones que el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos impone a los Estados”.
El “no” a los tabúes no significa un “todo vale”
Nada de esto quiere decir ni por un momento que tales falsificaciones de la historia, o de cualquier otra rama del conocimiento, deben ser aceptadas. Por el contrario, deben ser rechazadas radicalmente en un debate libre y abierto. Estupefactos por un siglo de experiencia con los totalitarismos de “la gran mentira”, es posible que ya no compartamos el admirable optimismo del himno a la verdad del poeta inglés del siglo XVII John Milton: “Dejadla que se trabe en lucha con la falsedad; ¿quién vio nunca que la verdad llevara la peor parte, en un encuentro libre y abierto?”. Pero aún no se ha encontrado un método mejor para combatir las falsedades.
Nada de esto intenta sugerir que las afirmaciones falsas se deben enseñar en las escuelas del Estado o financiadas por éste. Este principio implica tanto que el creacionismo se enseñe en las escuelas públicas, como que los libros de texto japoneses den una explicación objetiva de la conducta de las fuerzas japonesas en la Segunda Guerra Mundial. Cada medio de comunicación debería discriminar qué conocimientos difunde ampliamente. Hay razones de peso para no colocar en una primera página información acerca de cómo fabricar una bomba radioactiva o cómo suicidarse. (Los ingenieros de búsqueda de Google en realidad modifican las sugerencias de autocompletar en estos temas). Estas son decisiones editoriales tomadas por los poderes privados.
Un principio exigente
La redacción de este principio es cuidadosa. Sólo dice que no debe haber tabúes en el sentido de prohibiciones absolutas, impuestas por un poder coercitivo, frente a las que no hay otra libre alternativa. Un esbozo anterior decía que no debería haber ningún tabú en la “búsqueda” del conocimiento. Algunos de nuestros expertos señalaron que efectivamente tenemos tabúes en la investigación, y que se puede decir que la civilización depende de ellos. Por ejemplo, no se permiten algunos tipos de experimentación en seres humanos vivos, como aquellos que los nazis practicaron de la forma más espantosa. Por esta razón lo cambiamos por “el debate y la difusión del conocimiento”.
Incluso redactado con esta cautela, nuestro quinto principio es exigente. Como convivir con la diferencia, convivir con la libre discusión y difusión del conocimiento es difícil.
He aquí un pequeño ejemplo sobre el que reflexionar. En 2005, como presidente de una de las mejores universidades del mundo (Harvard) en una conferencia académica, el economista Larry Summers pensó en voz alta sobre las razones por las cuales había menos mujeres que hombres en altos cargos académicos en ciencias e ingeniería. Quizás habló de manera poco diplomática, pero no sin reflexión – y en repetidas ocasiones advirtió que su hipótesis bien podría estar equivocada. Se produjo una tormenta de controversias que sólo cesó con su renuncia a la presidencia de Harvard. En esta historia obviamente hubo más que aquella conferencia, pero la simple lectura de lo que Summers dijo me parece precisamente el tipo de debate libre, de mentalidad abierta y el debate valiente del conocimiento basado en la evidencia, que no debería ocasionar que nadie tenga que renunciar. Echa un vistazo y dinos qué te parece.
Como todo lo demás en Libertad de Expresión a Debate, el esbozo de este principio está sujeto a pruebas en su contra, objeciones y revisión. Estaría en contradicción consigo mismo si así no fuere.
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«We require and create open, diverse media so we can make well-informed decisions and participate fully in political life.»
Reading threw the explanation and the discussion sparked by it, I have several considerations.
Firstly, we could consider if the right of free speech should entail a right to mislead or not. Should I be free to try and convince others with arguments that I know are bias or false? If not, should the right of free speech go hand in hand with the duty to inform oneself about the topic and the arguments being used? (Do keep in mind, that this would limit free speech to people with specific intellectual capabilities, an academic background and time.)
Secondly, we should consider if ‘the media’ have different duties and rights then the individual? Just as confidentiality is inherently a part of professions in the law or medical sector, should the search and presentation of non-bias, objective facts (if there is such a thing) be a part of journalism? If so, where do we draw the line between an individual and a ‘member of the media’?
Thirdly, what are the rights and duties of people receiving information? Who is responsible for filtering out bias information, the media or the people that choose to use that medium? Does this go hand in hand with a right of education and a right to learn how to think critically? As mentioned earlier, some people in China don’t see the benefit of free media, have their rights been violated? To what extent would we be pushing a ‘western’ education on different cultures?
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I particularly like number 3, because, despite the huge variety of corporate media organizations, they often follow a very particular kind of narrative which defeats the whole purpose of diversity.
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We require and create open, diverse media so we can make well-informed decisions and participate fully in political life.
Similar to acellidiaz I agree with the statement that I feel like this hasn’t been phrased correctly. This would be the ideal situation, yet unfortunately there is a difference in the ideal and the realistic.
The recent election of Francois Hollande in France; The «Président Normale», however in my opinion he’s «Président irréaliste» was a clear sign of society not making a well informed decision eventhough information was widely available. I am of the opinion that the vote was more an anti-Sarkozy vote, rather then a vote based on a political agenda. Policies attempting to make France the only country in the EU to decrease its pension age and where on earth are you going to get 60000 ‘good ‘teachers from to help substandard schools are simply unrealistic and only takes common sense to realize that this will not be obtainable without causing further problems.
I don’t think we will ever be able to make well informed decisions as a whole society. Simply as educational boundaries exist and interest levels with politics vary. This is an ideal that we can strive to achieve but will never be exactly the case.
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I, personally agree with the principle, however after a semester in China I came across a view where people do not find it necessary to have the right o participate in political life. Moreover, they believe that free media is harmful for their reality. I wonder what could said in response to that?
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Yes I agree with this. In China people are not subjected to the same degree of freedom of media or democracy and as a result the general public do not feel the necessity of it. However, China has limited certain restraints such as allowing more people to use the internet. Of course, the information is highly censored but even still there are approximately 500 million people online and this is the first generation to experience this extent of social freedom; there exists a freedom of expression that you don’t get in other forms of media. This leads to higher expectations and even exposes corruption, putting a lot of pressure on the government. Moreover, it forces me to raise the question: is it harmful or not? Will it ruin or benefit the state of China?
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Also even though the public may not believe in free media to the fullest extent it is crucial to mention this point: in my opinion it is not so much the government people are dissatisfied with, rather the corruption and the inability to actually reach vital information. Moreover, the more China develops, the more these problems will surface and the government will be forced to deal with them. There is hence a paradox: people may not feel the necessity of complete freedom, yet they want a system without corruption and without censorship. Is this possible?
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We require and create open, diverse media so we can make well-informed decisions and participate fully in political life.
I personally do not disagree with the essence of this principle but with the way how it has been stated. I could be able to stand against a principle that in execution will be ideal for the development of a representative democracy. It is within a democratic context how I understood it.
Nevertheless, I have my doubts in how we are actually able to create new diverse media and how we are able to «fully» participate in political life. When creating new diverse media, I believe it is important to take into account the eminent relationship that exists between power and knowledge. Although we live in a highly complex and globalized world, in which billions of persons are interconnected through different kinds of media, I am very sceptic in the power that independent media has. And with this term I refer to all type of media that is not predominant: social networks, blogs, and home-made videos, among others. Some people may say that great and recent movements of change, such as the Arab Spring, emerged thanks to the immediateness and spread-capacity of social networks like Twitter or Facebook. However, the final international image of the revolutions, the words that mostly ignited global debate about what was going on in the Middle East, was lastly framed by big TV Networks such as Al-Jazeera, BBC and CNN. These three mainstream media giants, with their own independent interests, certainly chose what images and what comments to broadcast. Together with others, they constitute some kind of oligopoly when we talk about accessing to information about what is going on in the world. It is very hard for me to completely trust in their intentions of delivering the Truth –if there’s actually one.
I believe that there is actually little possibility for an independent or rising media network to win a space in the media scene. Taking an example of my home country, Venezuela, where there is a clear polarisation of the media, the chances for a more “plural”, “balanced” or “impartial” media network for winning the attention of the public are minimal. For instance, I can compare the success of two relatively new websites. The first one is called redigital.tv and was founded by the family of a former independent candidate for Mayor of Caracas, the capital. The second one is lapatilla.com which was founded by the former director of now the biggest TV channels that opposes to the current government, Globovision. Both were founded around 2008 and 2010. Today, lapatilla.com counts with one million followers in Twitter: a figure that cannot be compared to the amount of followers of redigital.tv. When speaking to my friends, lapatilla.com belongs already to the common word: everybody reads their sometimes vain and superficial articles about sex, celebrities or astrology, together with the usual portion of politics. This is different from redigital.tv, that not only does not count with the same amount of attention –for not a lot of people know about it-, but it still lacks clients for advertisement in their website. Obviously, the founder of lapatilla.com, Alberto Federico Ravell, counts with a wider range of contacts in the business because of its former role in Globovision. At the end, the media works like the market. Only the top dogs survive.
Regarding the last part of the principle and possibility for citizens to make well-informed decisions and fully participate in political life; I find it difficult to not relate it with the principles that define a democracy. For what do we mean by “full” participation in political life? Is the principle referring to a direct democracy, where active citizens that dedicate their lives to comprehend the characteristics of their society or nation in order to give a strongly based argument or vote? Or does it refer to a representative democracy, where the citizen, among many of his lifetime activities, dedicates a portion of his time to think about politics and about the best way to live together in society? When I read the principle, I understood it under the principles of a direct democracy. Which in modern times, when we have states of millions of people, I believe it is impossible.
But if it actually referred to the second interpretation, how is it possible to “fully” participate in political life if this is not the priority of all the citizens? What are the limits that contain the meaning of this adverb? Is it “fully participating” just watching the news and vote for a representative that takes care of making political decisions? If this is the case, then yes. I would agree. Otherwise, I believe the principle needs clarification. I would put it this way:
“We require and attempt to create open, diverse media so we can make well-informed decisions and participate as much as it is possible in political life”