¿Por qué ha de ser Amazon quien determine nuestros gustos y moral?

La tienda online ha recibido críticas por beneficiarse con libros electrónicos sobre terror o violencia. Jo Glanville sostiene que nadie debe decirnos qué leer.

Amazon vuelve a estar en el ojo del huracán, esta vez por obtener ganancias con la venta de libros electrónicos que abordan temas como el terror, el odio o la violencia. El Consejo Musulmán de Gran Bretaña ha solicitado a Amazon que “se haga responsable” del contenido de las obras que aparecen en el catálogo de su página web, entre las que se encuentra un libro electrónico que, según se informó, incluye imágenes donde se muestra la quema de un ejemplar del Corán y la ejecución de una mujer condenada a morir ahorcada.

Es indudable que todos los empresarios del mundo del libro ganan dinero con libros donde el tema principal es el terror o la violencia, ya sea que se trate de La Ilíada de HomeroCrash de J.G. Ballard. Pero al parecer, las librerías virtuales presentan una nueva amenaza a la moral pública. Tiempo atrás, las editoriales tradicionales eran las que tomaban la ardua decisión antes de publicar libros obscenos o violentos, mientras que ahora esa decisión está en manos de cualquier persona.

La última vez que Amazon se enfrentó a una demanda de este tipo, a raíz de un libro sobre la pedofilia, en un principio defendió su proceder con sensatez, argumentando que el hecho de no vender ciertos libros simplemente porque a ellos mismos o a otras personas no les parecía correcto, era sinónimo de censura, y que defendía el derecho de cada individuo a tomar sus propias decisiones a la hora de comprar un libro. Sin embargo, finalmente aquella obra fue retirada del mercado. Un mes más tarde se comunicó que Amazon también había retirado las obras de temática erótica o sobre el incesto de Kindle, el catálogo de libros electrónicos de la tienda. Esto sucedió en la misma época en que Amazon dejó de alojar la web de WikiLeaks, alegando que esta violaba los términos del servicio y ponía en riesgo los derechos humanos de los trabajadores.

Está claro que su falta de coherencia ha convertido a Amazon en blanco de críticas. Las propias normas de la tienda online sobre el material que puede resultar ofensivo reza así: “lo que consideramos ofensivo seguramente coincide con aquello que se podría esperar“, un argumento tan poco útil como la famosa sentencia del Tribunal Supremo de los EE.UU. hace casi 50 años sobre la pornografía explícita: “Lo sé cuando lo veo“. Es cierto que esa vaguedad en el uso del lenguaje otorga un amplio margen de libertad de expresión, pero también significa que ante un escándalo lo suficientemente grave desde el punto de vista moral, a Amazon le resultará difícil resistir y no ceder.

Resulta evidente que se necesitan regulaciones más claras para proteger la libertad de expresión en Internet cuando se trata de material que puede causar algún daño. En este sentido, si los libreros virtuales, los servidores de internet y los editores actuaran según sus propios gustos y moral, el resultado sería una censura a gran escala y sujeta a criterios subjetivos. Por ejemplo, el best seller erótico “Cincuenta sombras de Grey” (Fifty Shades of Grey), que cobró vida en las páginas web de aficionados a la ciencia ficción y fue publicado por primera vez en formato electrónico y sólo impreso en papel bajo petición, bien podría haber suspendido la prueba y privado al mundo de los placeres de este género literario, conocido como “mummy porn” (en alusión a las fantasías sexuales de mujeres casadas).

Por otra parte, los famosos juicios por obscenidad celebrados en los años 60 y 70 sólo en raras ocasiones buscaban proteger las obras literarias – era más bien el derecho a la libertad de expresión lo que estaba en juego, independientemente de la calidad del contenido. Poco antes de morir, el célebre escritor y abogado John Mortimer (quien actuó como defensor en los juicios más sonados de la época) recordaba en una entrevista con la revista “Índice de la Censura” (Index on Censorship) su famosa defensa de los editores de la revista Oz. En 1971, y bajo el supuesto de la Ley de publicaciones obscenas, se había llevado a juicio un número de esa revista que había sido editado por estudiantes; en concreto, la demanda se debió a una caricatura donde aparecía el oso Rupert manteniendo una relación sexual. “No estábamos defendiendo ningún mérito particular” me confesó Mortimer. “Lo que defendíamos, supongo, era más bien un principio: que no debería haber ningún tipo de censura, que nadie debe decirte lo que tienes que leer o escribir. Es una decisión absolutamente personal”. Según Mortimer, una generación más tarde este principio había sido socavado.

Hace tres años, también en virtud de la Ley de publicaciones obscenas, hubo un intento de sentar en el banquillo a un funcionario por publicar en Internet una fantasía sexual de carácter violento sobre el grupo de pop Girls Aloud. En dicha publicación se describía la violación, el asesinato y la mutilación de las integrantes del grupo, algo que en principio no tiene mérito literario alguno, y que no es más que una fantasía, lo cual tampoco es ilegal. El acusado fue absuelto, pero aquella sabia decisión del gobierno no ha logrado frenar ni los altercados continuos ni la alarma social, sino todo lo contrario.

Hoy en día, los reclamos de censura y de vigilancia en Internet por parte de agentes intermediarios ya son habituales. En consecuencia, es necesario reafirmar el principio fundamental: el derecho a leer lo que queramos.

Jo Glanville es editor de la revista Index on Censorship.

Este artículo fue publicado originalmente en Comment is Free.

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Comentarios (0)

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    It is very absurd to speak about danger materials belongs to Amazon while all other dangerous internet sites like pornography exist and easily available for anyone in the internet. When it comes to other dangerous sites like redtube or youporn or anything which inside’s are extremely harmful, no problem. No one judges these sites or materials which available in the market. When it comes to books which covers the obscenity or erotic, it would be matter. That’s absurd in our century.

  2. Tu comentario está pendiente de moderación.

    Should the owners of tv and radio stations and the Press be held accountable in law for advertising that contains false claims and untruthful information about advertised products and services? Absolutely!
    Should publishers be held accountable for printing objectionable material? Absolutely not! — unless it is actionable on grounds of libel, for example.
    Should publishers be held accountable in law for publishing ways of making poisons or explosives, for example? Absolutely!
    We must make a distinction between opinions, ideas, etc. and ways of harming others.
    If we adopt a very free and liberal policy towards the dissemination of ideas, beliefs, opinions, theories, customs, practices, no matter how unusual or bizarre, or even frightening, we help to create criteria of taste and worth and truth against which to judge them as beneficial and civilizing, as good or bad; and we help to strengthen our minds and build on the foundations of criticism, which is one of the five pillars of Civilization.

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Debate sobre la Libertad de Expresión es un proyecto de investigación del Programa Dahrendorf de Estudios para la Libertad en el St Antony's College de la Universidad de Oxford. www.freespeechdebate.ox.ac.uk

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