Judith Bruhn analiza el fenómeno de los buscadores de personas en China, los cuales pueden ser herramientas útiles para combatir la corrupción política, pero también para someter a ciudadanos comunes a la humillación pública.
Los llamados “buscadores de carne humana”, según la traducción literal del término en chino, son personas que buscan a otras personas en internet. Quienes buscan son internautas que consiguen información sobre una persona y la publican y distribuyen en blogs, fórums u otros medios de internet con el objetivo de identificar a una persona en particular, conocer su paradero, e incluso sus datos personales y de contacto. La mayoría de los casos son personas que buscan a familiares o amigos. Un ejemplo es el de “Brother Sharp”, un hombre sin hogar con trastornos mentales que pudo encontrar a su familia después de que otras personas colgaran sus fotos en internet.
Sin embargo, los casos más sonados son aquellos de personas cuya moralidad cuestionable ha provocado la ira de los cibernautas y, según su opinión, son merecedoras de censura. Uno de los ejemplos más conocidos es el de un vídeo que apareció en internet en 2006, en el cual una mujer con tacones de aguja le propinaba violentas patadas a su gato hasta causarle la muerte, mientras que un amigo filmaba la escena. El vídeo provocó la indignación de muchos internautas chinos, quienes comenzaron a buscar información sobre la protagonista en internet. Al cabo de seis días la mujer fue identificada con el nombre de Wang Yu, farmacéutica de la provincia de Heilongjiang. También se identificó al amigo que filmó el vídeo, Li Yongjun, un empleado de la televisión local. Las autoridades iniciaron una investigación sobre el caso, pero dado que China no tiene leyes de protección animal, a los protagonistas no se les pudo acusar de ningún crimen. Li Yonjun se disculpó públicamente, pero tanto ella como su amigo Wang Yu perdieron sus empleos a causa de los buscadores de personas.
Por otro lado, los buscadores de personas pueden servir como herramienta para detectar y combatir la corrupción y la injusticia social. Un ejemplo claro de ello es el caso de Zhou Jiugeng, ex-director del Registro de la Propiedad en Jiangning, un distrito de la ciudad de Nanjing. El 10 de diciembre de 2008 Jiugeng anunció en los medios locales que todo aquel promotor que vendiera una propiedad por debajo del precio real sería procesado – cabe destacar que se trata de un tema muy sensible en China, dado el elevado coste de los inmuebles en este país. Al día siguiente apareció en internet un mensaje titulado “Ocho preguntas para Zhou, director del Registro de la Propiedad” que desencadenó una ola de búsquedas sobre Zhou. Los internautas descubrieron una foto suya con una de las marcas de cigarrillos más caras, de aproximadamente 18 euros el paquete. En sucesivos mensajes Zhou aparecía con un reloj Vacheron Constantin, valorado en unos 11.700 euros, o conduciendo un Cadillac. Teniendo en cuenta los modestos sueldos de los funcionarios del Estado, no tardaron en aparecer las acusaciones de corrupción. El 29 de diciembre de 2008 Zhou fue destituido de su cargo, y en febrero de 2009 se inició una investigación oficial por cohecho y violación manifiesta de la disciplina interna del partido. En octubre de 2009 Zhou fue condenado a 11 años de prisión por haber aceptado comisiones ilegales por una cifra superior a 1.000.000 de yuanes chinos (más de 117.000 euros).
En casos como este, los buscadores de personas son ejemplos claros de vigilancia ciudadana de internet. Y aunque a veces se vuelvan en contra de sus propios miembros, el Partido Comunista de China parece alentar el uso de estos buscadores para eliminar los casos de corrupción. Como señala Rebecca MacKinnon, hay una larga tradición en China de poner a los funcionarios locales en el centro de mira de las masas para luchar contra la corrupción. En la era de Mao esta práctica era muy común. El periódico The New York Times incluso se refiere a los buscadores de personas como los “Guardias Rojos 2.0”. Durante la Revolución Cultural, la Guardia Roja, conformada por jóvenes chinos, se levantó con el objetivo de “teñir a China de rojo” y destruir la antigua burguesía de la sociedad. A menudo los guardianes incluso arremetían contra sus propios vecinos, maestros y familiares, en campañas brutales contra quienes, según su opinión, eran “las manzanas podridas de la clase”. Se trata, pues, de una comparación interesante, aunque quizás no del todo adecuada, con grandes paralelismos entre la lucha de la Revolución Cultural en contra de ciertas personas a raíz de una compleja variedad de razones, y la búsqueda de personas que comienza en internet, pero acaba teniendo consecuencias en la vida real.
Sin embargo, hay una diferencia crucial entre los guardias rojos de aquel entonces y los buscadores de personas de hoy en día, pues mientras los primeros normalmente conocían a los individuos que acusaban, a quienes atacaban con violencia e incluso a veces mataban, los segundos por lo general buscan atacar a personas desconocidas y, posiblemente, intentan llevar a cabo alguna acción de manera virtual, pero siempre usando palabras en lugar de violencia física. Los ciudadanos anónimos que utilizan la red para estos fines lo hacen por iniciativa propia y movidos por sus convicciones personales, mientras que el movimiento de la Guardia Roja tenía una motivación política evidente y estaba fuertemente respaldado, tanto por el gobierno como por el mismo Mao Tsetung. Dicho esto, hay ciertas similitudes entre ambos movimientos, como el sentimiento de responsabilidad para con la sociedad, el deseo de luchar contra la injusticia y la corrupción, especialmente en el caso de los funcionarios del partido. Sin embargo, otra similitud es la descontrolada furia colectiva que se genera en internet, y que puede conllevar el acoso injustificado de personas.
Por ejemplo, en diciembre de 2007 Jiang Yan se suicidó tras separarse de su esposo. Su hermana, Jiang Hong, publicó el diario de Jiang Yan en internet, donde la víctima revelaba la relación de su marido con otra mujer, así como su ruptura y consecuente depresión emocional. A raíz de estos hechos, que causaron indignación en la comunidad china, se inició la búsqueda del ex-marido de Jiang Yan, Fei Wang, y de su novia en internet. Bastó un día para que ambos fueran identificados y bombardeados con llamadas telefónicas. Incluso hubo pintadas rojas en la puerta de la casa de los padres de Wang Fei. Saatchi & Saatchi, la agencia de publicidad multinacional en la que Wang Fei y su novia trabajaban, emitió un comunicado informando que ambos habían renunciado voluntariamente, pero el abogado de Wang expresó que en realidad se habían visto obligados a renunciar y esconderse. Ahora bien, es cierto que el comportamiento Wang Fei pudo haber sido inmoral y el suicidio de su esposa profundamente lamentable; no obstante, los divorcios son muy habituales. En este caso, por tanto, la búsqueda de Wang Fei y de su novia en internet llegó al nivel de acoso en masa.
Otra víctima de los buscadores de personas ha sido Wang Qianyuan, una estudiante china de la Universidad de Duke en los EE.UU. Wang Qianyuan intentó mediar en una discusión que tuvo lugar en el campus de la universidad entre estudiantes chinos y grupos que defendían la libertad del Tibet. Poco después apareció en internet un vídeo sobre ella donde era acusada de “traidora contra su propia raza”. Sus datos personales se difundieron y los familiares de Wang Qianyuan en China sufrieron hostigamiento. En este sentido, los buscadores de personas pueden representar un verdadero obstáculo para la libre expresión y causar daño tanto a las personas como a sus familias. En estos casos, el juicio sobre si las personas objeto de estas búsquedas merecían el trato que recibieron y las consecuencias del mismo, queda a criterio de quienes realizan las búsquedas y no depende de la ley u otras regulaciones.
Está claro que utilizados de esta forma, los buscadores de personas pueden coartar la libertad de expresión por miedo a represalias. Después del terremoto de 2008 en Sichuan, Zhang Ya publicó un video en internetdonde se quejaba de que sus programas de televisión favoritos habían sido interrumpidos para transmitir reportajes sobre el terremoto. De inmediato los internautas comenzaron la búsqueda de Zhang Ya, quien requirió protección policial tras recibir numerosas amenazas de muerte. Si bien es cierto que el vídeo puede haber resultado inadecuado y profundamente ofensivo para muchos, el caso refleja la gravedad de este tipo de búsquedas en internet, y sus posibles consecuencias.
En China ha habido cierto debate sobre la manera de regular las búsquedas de personas en internet. Por ejemplo, los foros online o los boletines electrónicos son responsables por el contenido publicado en los mismos, a fin de que las víctimas puedan demandar a los motores de búsqueda de personas. Wang Fei fue el primero en optar por esta vía, y en 2008 demandó a Daqi, a Tianya y al proveedor del blog de su difunta esposa. Pero aparte de este derecho de las víctimas a presentar demandas por calumnias o difamación, no existe otra regulación sobre las búsquedas de personas. Yang Tao, un fiscal del gobierno de la provincia de Jiangxi, explicó en el Oriental Morning Post de Shanghai en 2008 que los buscadores de personas son una vía necesaria para que los ciudadanos comunes puedan exigir justicia.
Como conclusión, los buscadores de personas podrían ser un arma de doble filo para China. Por un lado, estos buscadores otorgan a los ciudadanos el poder para hacer frente a los funcionarios corruptos, pero por otro, también constituyen una herramienta para quienes buscan silenciar a aquellos que no piensan como ellos. Lo que está claro es que este es un fenómeno complejo en lo que concierne a la libertad de expresión, pues en ocasiones la fortalece, y otras veces la restringe.
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Clearly the Chinese government have weighed the risks / rewards. Its continued existence would suggest it has a more significant effect on their ability to control freedoms than it does to empower people.
This is an extension of China’s extremely clever social strategy. If left unofficial, the government cannot be held responsible. It is the same policy employed upon state hackers and other party supporting organisations that operate in the grey areas of international law.