La filosofía de expresión pública en China: ¿un caso de poca teoría?

La postura del gobierno chino sobre la libertad de expresión está orientada por una compleja pero inteligente filosofía. Rogier Creemers hace un diagnóstico de lo que está en juego.

Recientemente el profesor Gong Fangbing de la Universidad China de Defensa Nacional fue objeto de burla después de publicar un artículo en el que argumentó que el desarrollo de la democracia en China no ha avanzado debido a que las teorías desarrolladas hasta el momento han sido insuficientes para ello. La expresión “teorías insuficientes” se tornó una justificación en los medios de comunicación para una serie de problemas que aquejan al país, como el retraso de trenes o el mal desempeño de la selección nacional de futbol. Sin embargo, dicha frase revela cómo las élites chinas perciben su papel en el diseño de políticas, su concepción de sociedad y del papel de la verdad.

En primer lugar, parece existir una premisa fundamental en estos círculos: así como en el mundo natural subyacen reglas que pueden ser entendidas y utilizadas para predecir fenómenos futuros, también existen “reglas” que gobiernan el desarrollo de las sociedades.  El objetivo de la investigación académica es, por tanto, descubrir dichas reglas y generar sugerencias de cómo deben ser aplicadas. Bajo la perspectiva de los líderes actuales, dicha estructura está fundamentada por los principios básicos del marxismo o socialismo con tintes chinos, como es llamado ahora. El argumento de que la teoría social no solo puede ayudar a entender y explicar el pasado y el presente sino que también revela y determina el futuro está basada en la naturaleza científica de su materialismo histórico y dialéctico. De esta forma, es posible descubrir, a través de investigaciones laboriosas, del estudio teórico o de experimentos de pequeña escala, lo que se debe realizar para desarrollar una sociedad y encontrar soluciones óptimas que beneficien a todos. Estos supuestos están muy presentes en el lenguaje de la política china. Inclusive la frase célebre de Deng Xiaoping de que China debía “cruzar el rio tanteando las piedras”, sugiere que las piedras están ahí, que se encuentran a un paso de cada una y que el destino al que se quiere llegar se encuentra del otro lado del rio.

Este monismo no solo es científico sino epistemológico y se relaciona con la ética. Es decir, no solo existe una manera definida de entender la realidad, sino que existe un solo sistema moral aceptado en el que es imposible que coexistan valores opositores o mutuamente exclusivos. Esta noción se encuentra fuertemente relacionada con la idea de armonía. Esta antigua idea que se encuentra desde la era de Confucio 25 siglos atrás, refleja una preferencia por los valores comunitarios y la ausencia de conflicto. En la filosofía clásica china, la armonía puede ser obtenida por los individuos al estar en su lugar correcto haciendo lo correcto. De esta forma, el espectro estará ordenado y no habrá guerra. Recientemente, una noción comparable dentro del marxismo –la idea de que en un punto en el futuro todas las contradicciones entre las clases y los individuos desaparecerán- fuertemente resuena con esta idea. Lograr el futuro utópico en el que no existan más tensiones y contradicciones es el objetivo último de la modernización china. De esta forma, como un objetivo preliminar, se transitará por un punto intermedio en una sociedad moderadamente próspera.

Al igual que otras ideas occidentales como el liberalismo clásico y el darwinismo social, esta noción marxista fue recibida en China a finales del siglo 19, periodo en que el país buscaba modernizarse. El sistema imperial chino se debilitó y deterioró por la guerra civil y por la invasión extranjera. Esto significó un fuerte golpe para esta nación que se consideraba el centro del mundo civilizado. De esta forma, intelectuales y pensadores se involucraron en un proyecto para encontrar cómo China podía ser salvada y tornarse un país rico y fuerte, capaz de resistir la intervención extranjera. Aun cuando existieron algunos académicos liberales como Yan Fu y Hu Shi, a finales de los años 20 la fragmentación interna y la militarización japonesa había radicalizado a las generaciones más jóvenes y, por tanto, se creó el terreno para versiones chinas de fascismo y leninismo. Tanto el Partido Kuomintang y el joven Partido Comunista tenían fuertes lazos con Moscú. Al llegar al poder, el Partido Kuomintang tenía relaciones con la Italia y Alemania fascistas y desarrolló modelos de “dominio partidista” para gobernar China. Asimismo, durante la era republicana y el periodo maoísta no existieron espacios para la opinión plural o para interpretaciones divergentes de la realidad.

Obviamente, estos conceptos ideológicos y epistemológicos tuvieron un fuerte impacto en la idea de libertad de expresión. Generalmente es aceptado que la libertad de expresión conlleva la circulación de hechos que son necesarios para informar la vida social, económica y política, así como las opiniones generadas dentro de una sociedad plural en la que es necesario mediar, hacer compromisos y acuerdos. Sin embargo, en una sociedad en la que la verdad es definida a priori y en la que exclusivamente ciertas estructuras de valores y de pensamientos están definidas como las correctas, la necesidad de que la expresión sea libre se reduce significativamente. Abrir el espacio público a ideas contrastantes es considerado como peligroso debido a que generará una plataforma para que la falsedad sea esparcida.

Sin embargo, esto no implicó que el control fuese absoluto. El inicio de la era Deng dio fin a las restricciones de la China maoísta, y el gobierno redujo substancialmente su interferencia en la vida privada de los ciudadanos. Ya no era necesario utilizar ropa idéntica o tener cortes de pelo idénticos. Tanto el matrimonio como el empleo se tornaron decisiones personales y no actos previamente definidos. Asimismo, se reconoció que el desarrollo y la modernización no llegarían solamente como una voluntad ideológica, pues también era necesario el conocimiento científico y tecnológico. El pragmático Deng trajo de vuelta el antiguo pensamiento filosófico de que cien flores florezcan; que cien escuelas de pensamiento pugnen entre sí, para indicar que el debate y el criticismo en algunos asuntos deberían ser permitidos. Cabe señalar que esto no significó el verdadero derecho a la libertad de expresión. La realidad tiene sus matices.

A partir del caos interno y la invasión extranjera del siglo 19, el objetivo primario de la política china ha sido encontrar una manera para salvar a la nación y recuperar su gloria. Ésta ha sido la motivación para la mayoría de los intelectuales durante el imperio tardío y en la era republicana y actualmente sigue legitimando la posición líder del Partido Comunista Chino (PCCh). En la actualidad el PCCh considera que para logar dicho objetivo son necesarios algunos elementos fundamentales. El primer requisito es el liderazgo de partido que, como vanguardia de la gente, es la única entidad capaz de conducir dicho proceso. El segundo requisito es la estabilidad social debido a que el prolongado siglo de conflicto interno y externo que China experimentó entre 1850 y 1978 es considerado como un factor crucial para explicar el retroceso chino. Las decisiones y políticas son usualmente valoradas respecto a cuánto contribuyen para desarrollar estos objetivos. Sin embargo, esta perspectiva entra en conflicto con el concepto deontológico de derechos que parte de que los derechos deben ser defendidos por su valor inherente.

El espacio para el discurso público está estructurado con un propósito: existe para apoyar el desarrollo económico y social chino y la cuestión de si las expresiones públicas son permitidas depende de diferentes elementos como son el contenido del mensaje, la identidad, credenciales y antecedentes del orador, el alcance del auditorio, el objetivo del mensaje, su relación con la estabilidad social y con la autoridad, etc. Como un partido de vanguardia, el PCCh cree tener un importante papel en mejorar la “calidad” (suzhi) de las personas, y las hará nuevas y mejores portadoras del proyecto de modernización. De esta forma, la información pública para el consumo en masa debe ser direccionada a inculcar los entendimientos científicos del PCCh para “armar a las personas con teorías científicas, guiar a las personas a través de una opinión pública correcta, moldear a las personas con un espíritu noble, inspirar a las personas con trabajos excelentes, dar forma a la búsqueda de un espíritu vigoroso y optimista en toda la sociedad y fortalecer el camino para una vida saludable y civilizada”. Mo Yan, galardonado con el Premio Nobel, comparó esto con las verificaciones de seguridad en el aeropuerto, en las que, al buscar la seguridad de los vuelos, se generan ciertas incomodidades individuales. De esta forma, el mismo método debe de ser aplicado para que todos puedan vivir en una sociedad estable y ordenada.

Uno se pregunta cómo el Nobel Liu Xiaobo reaccionaría a esto. Desde luego, él está cumpliendo una sentencia de 11 años de prisión por escribir junto con otros la Carta 08, un documento que llama por una transformación fundamental en la política china. Sin embargo, al mismo tiempo, la academia china y los medios de comunicación sociales están llenos de comentarios y críticas políticas. Un estudio de Harvard indicó que  -contario a muchas expectativas occidentales- los comentarios negativos en línea en contra de líderes de estado y de sus políticas no son normalmente censurados. Una vez más, es necesario un criticismo más matizado.

El primer y más fundamental nivel, es el de los aspectos constitucionales y se encuentra fuera del alcance de la crítica. En 1980, Deng Xiaoping indicó que la reforma sería realizada dentro de los límites de los Cuatro Principios Fundamentales: liderazgo de partido, el sistema socialista, la dictadura democrática de la gente y el maoísmo-marxismo-leninismo. En 2011 el Comité Central afirmó que China no instituiría un sistema de gobierno multi-partita, ni el pluralismo ideológico, ni la separación de poderes, un sistema bicameral, federalismo ni privatización. Reglas similares subyacen los medios de comunicación: ni el papel de los medios como portavoz del partido, ni la administración de los medios y de sus cuadros por parte del partido o la correcta orientación de la opinión pública podrán cambiar.

Un segundo nivel es la implementación concreta de estas políticas y medidas en la estructura constitucional. Aquí el espacio para discusión es considerablemente mayor, especialmente entre las instituciones académicas y de investigación. Los visitantes occidentales que van a China a involucrarse en estos círculos frecuentemente se asombran por la apertura de su argumentación. La razón oficial para esto es que, mientras que los principios de marxismo son claros, aún queda la cuestión de cómo éstos son aplicados a las circunstancias actuales. Sin embargo, una línea fundamental sigue siendo que al final del debate académico, una solución óptima esta por ser encontrada que después podrá ser ampliamente implementada.

En un tercer nivel, -la implementación concreta de estas políticas y los actores estatales- el partido ha tenido una larga tradición de crítica. Las conturbadas sesiones de la Revolución Cultural pueden ser vistas como una aberrante y extrema manifestación de esto. Aun así, el partido convoca a sus cuadros a ser sujetos de la “supervisión de la opinión pública”, en la que aquellos con una demanda justificada contra actos específicos de individuos específicos, en principio, deben de tener la posibilidad de ventilar sus preocupaciones, siempre que lo hagan de manera constructiva. De cierta forma, esto es percibido como políticamente inofensivo ya que no desafía la posición del PCCh o su demanda por la verdad, sino que asegura que la verdad se cumpla.

Sin embargo, es en este último punto en que la mayor disyuntiva surge. Debido a que no existen derechos mínimos constitucionales para la expresión ni límites en la intervención estatal, el poder de algunos individuos dentro del sistema y sus ganancias personales son substanciales. Como resultado, la terminología mencionada anteriormente es utilizada para enmarcar ejercicios de poder evidentes. En nombre de la armonía, de mantener la estabilidad social y de prevenir el conflicto, los manifestantes con reclamos legítimos son silenciados o, cuando recurren a la tradición política china de ir a la capital para solicitar reparación de daños son entonces perseguidos por rufianes locales que fueron contratados para lanzarlos en las infames “cárceles negras” de Pekín. En el nombre de la ciencia, políticas sociales despiadadas como la política de un solo hijo, son incitadas; costumbres y hábitos son destruidos; y comunidades tradicionales son reemplazadas por un desarrollo urbano brutal. En el nombre de una verdad mayor, los hechos que niegan dicha verdad son censurados del discurso público y sus proponentes son denunciados por tener “motivos ulteriores”.

En un nivel más elevado, los ciudadanos chinos critican aquellas políticas que también se realizan en las naciones occidentales: la reducción de la política pública a intereses fácilmente cuantificables, como la eficiencia y el crecimiento; así como la concomitante usurpación de la esfera política por parte de las élites económicas. Esto ha creado una situación en la que la desilusión y el descontento con las políticas están creciendo mientras que grandes secciones de la población se sienten abandonadas. En otros países, este descontento ha conllevado a una larga lista de libros y artículos altamente críticos realizados por académicos y periodistas, además de movimientos populares como las protestas ocupa (“occupy”). En el Reino Unido, miles tomaron las calles como muestra de oposición a los recortes presupuestarios y al alza en las cuotas universitarias. En contraste, en China, mientras que la crítica y la discusión son cada vez más prevalentes particularmente en los medios sociales, dicha organización es muy tenue debido a que el PCCh no tolera ninguna forma de organización que pueda resultar en una amenaza a su monopolio. Por lo tanto, depende del PCCh cómo responder a los llamados de un cambio de política, y es extremadamente difícil influenciar este proceso desde fuera de la caja negra. Es por esta razón que Liu Xiaobo fue preso: no solamente llamó por un cambio de política, sino por un cambio en el más alto nivel de organización política de China.

En este sentido, nuevamente el monismo político es significativo: debido a que el partido pretende representar los intereses más fundamentales de la gran mayoría de los chinos, cualquier organización política que se oponga es percibida como traidora. Cuando no existe la idea de que la oposición puede ser leal, toda oposición es percibida como perjudicial y tratada como tal. No es casualidad que Hu Jinato alertó sobre las estrategias hostiles de las potencias extranjeras de dividir y occidentalizar a China, o que el internacionalista y analista Yuan Feng indicara que China tenía más que temer de los abogados defensores de derechos, religiones clandestinas, disidentes, líderes de internet y las masas impotentes. La existencia de dichos grupos, que no puede ser explicada a través del marco científico que el PCCh señala dominar, solamente puede significar el deseo de perjudicar a las “grandes masas” y sus motivos ulteriores. Ésta es una disonancia cognitiva similar a la de algunos líderes económicos en el mundo que no pueden comprender por qué sus soluciones científicas no consiguen restaurar las economías y recuperar el apoyo popular.

Después del 18vo  Congreso del Partido y la instalación de la quinta generación de líderes, muchos ojos se tornaron a Xi Jinping conjeturando sobre cómo el Comité Permanente iba a avanzar las reformas. Es importante recordar el significado de la reforma en China: cambiar las cosas para lo mejor. Desde los tiempos iniciales de Deng, reforma significaba el mejoramiento del sistema actual, no un cambio radical. Difícilmente podría significar otra cosa. Aceptar el pluralismo, con todos sus matices, es simplemente inconcebible en la epistemología del Partido Comunista, y lo mismo son las consideraciones liberales de libertad de expresión y democracia. En un futuro previsible, estos conceptos no se concretizarán. La teoría es insuficiente.

Dr. Rogier Creemers es académico de Rubicon en el Centro de Estudios Sociales y Legales. Es editor de China Copyright and Media, blog dedicado al estudio de fuentes primarias en ese campo, y actualmente prepara un libro sobre la historia de las comunicaciones públicas en China.

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Debate sobre la Libertad de Expresión es un proyecto de investigación del Programa Dahrendorf de Estudios para la Libertad en el St Antony's College de la Universidad de Oxford. www.freespeechdebate.ox.ac.uk

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