El “periodismo de sobre marrón” oprime a África subsahariana

Dominic Burbidge analiza la corrupción entre la clase política y los principales medios de comunicación que oprime el auténtico debate democrático en África.

Hacia el final de un libro que describe con detalle el funcionamiento interno de la Stasi, la policía de estado de Alemania del Este, Timothy Garton Ash resalta la paradoja de las críticas: “apoyamos el sistema cuestionándolo”. Esta es la única contribución de los periodistas – con frecuencia plasmada en la expresión “decir la verdad a la cara” – y ya sea que nos encontremos en los cómodos sofás de la Casa Blanca o en la matanza de niños de Taldou en Siria, se apela a que los periodistas estén del lado de la verdad.

La imagen perfecta del periodismo no siempre se cumple, pero rara vez leemos acerca de sus oscuros rincones (excepto, por supuesto, cuando afecta a algún famoso). Un lugar del mundo donde el periodismo sistemáticamente le hace un dudoso servicio a los ciudadanos es en África subsahariana, el lugar que más necesita del periodismo para exigir responsabilidades al poder. En una entrevista con el equipo de Libertad de Expresión a Debate, el coordinador del Programa de Futuros Periodistas Highway Africa, Nqobile Sibisi, explica cómo en Sudáfrica “los medios de comunicación están librando una guerra contra el gobierno” en relación con la Ley de protección de información estatal, a la que Amnistía Internacional denomina “ley secreta draconiana”. Lamentablemente, sin embargo, esta guerra está limitada a Sudáfrica, ya que el resto del África subsahariana se enfrenta a un problema totalmente diferente.

El periodismo africano está minado por relaciones corruptas entre la clase política y los principales medios de comunicación, y ello limita de forma asfixiante un debate auténticamente democrático. El profesor de la Universidad de Addis Ababa, Terje Skjerdal, pone de relieve cómo el “periodismo de sobre marrón es moneda corriente en la práctica de los medios de comunicación de África”. Aunque los sobornos tienen diferentes nombres en cada país (soli en Ghana, gombo en Camerún o mshiko en Kenia), en la práctica son la misma cosa. A menudo los periodistas reciben incentivos de manera informal, como puede ser un sobre marrón con dinero, para favorecer o impedir que se publiquen ciertas historias. Una encuesta reveló que un 63% de los periodistas ghaneses admiten haber aceptado sobornos. En Tanzania, por ejemplo, los periodistas a menudo reciben “honorarios especiales” libres de impuestos por asistir a determinadas conferencias de prensa.

Si bien la prevalencia del periodismo corrupto es bastante obvia para la mayoría de los analistas políticos de África, la situación no es de conocimiento público por dos razones principales. En primer lugar, los gobiernos occidentales y los especialistas en desarrollo no saben cómo mejorar el desempeño político en el continente, por lo que recurren a la sociedad civil como uno de los últimos recursos para lograr buenas prácticas y responsabilidad por parte del gobierno. Pero la sociedad civil, al igual que el periodismo, es un concepto sagrado: nadie quiere oír hablar de sus defectos. La segunda razón por la cual la corrupción en el periodismo africano no sale a la luz es que los propios periodistas no lo denuncian. Tal vez uno de los motivos por los que tenemos tan buena opinión de la función de los periodistas en una democracia es porque estos ocupan una posición ideal para publicar sus virtudes. Ahora bien, si los periodistas son los guardianes del estado, haríamos bien en preguntarnos, como lo hace el poeta romano Juvenal: “Quis custodiet ipsos custodes?”: “¿Quién vigila a los vigilantes?”.

¿Pero qué tan malas son las relaciones corruptas entre los líderes políticos y los medios de comunicación africanos? Es cierto que numerosos medios de comunicación sirven de plataforma a los políticos africanos en todo el continente, pero esta no es la peor preocupación. Los medios africanos también han servido como instrumento en crímenes contra la humanidad organizados desde la política, como Radio Rwanda y Radio Télévision Libre des Mille Collines, dos medios que fueron clave en la incitación al genocidio de Ruanda en 1994. Por otro lado, en muchos estados de África se hablan diversas lenguas. Esto significa que los medios de comunicación pueden ser utilizados para provocar tensiones entre grupos étnicos. En el otro extremo, los principales medios de comunicación por lo general emplean los idiomas más internacionales, como francés, inglés o portugués, sin tener en cuenta que los sectores de la población con menor nivel educativo no hablan estas lenguas.

En cuanto a los vínculos económicos entre políticos y periodistas, como en todas partes es difícil trazar una línea entre la política editorial y las conexiones políticas. En África, donde resulta casi imposible crear un grupo de comunicación nacional sin el apoyo de benefactores políticos, por lo general libertad de expresión significa libertad para elogiar a los propios entes de financiación. Tal vez el mejor ejemplo sea que desde la ocupación de Kenia en Somalia en el año 2011, los periódicos kenianos no han informado de la muerte de ningún soldado de este país. O bien el Estado utilizó sus influencias dentro de los medios de comunicación para asegurarse de que no hubiera ninguna crítica pública sobre la ocupación, o el ejército de Kenia ha hecho una labor perfecta, y sin duda pronto estará entrenando al ejército de EE.UU. para sus propias invasiones.

Si caminas por las calles de Dar es Salaam, capital económica de Tanzania, enseguida te invitarán a sentarte al costado de la calle para compartir una taza de café negro con los ancianos (wazee) y discutir sobre política. La crisis del periodismo africano reside en que ese debate en las calles no puede llegar a las clases dirigentes para exigir explicaciones.

Nqobile Sibisi sugiere que la falta de acceso generalizado a Internet también marca una diferencia clave entre la primavera árabe en el norte del Sahara y el vacío democrático del sur. Es cierto que el 27% de la población en el Magreb utiliza Internet, en comparación con el 11% de los subsaharianos; no obstante, un mayor debate en Internet puede resultar tan ineficaz como debatir con los lugareños de Dar es Salaam si el periodismo sigue preso del dinero de los políticos. En un estudio sobre los principales periodistas de Zimbabwe, Hayes Mabweazara revela que su sueldo de bolsillo es tan bajo que “difícilmente puede llenar sus bolsillos”. Esto significa que los periodistas deben someterse a los dirigentes políticos para llevar comida a sus casas. Podemos denunciar la corrupción en nuestras conversaciones en Twitter sin éxito y protestar mientras tomamos café en la carretera; sin embargo, para poder decir que en África “se apoya al sistema cuestionándolo”, se necesita antes separar el periodismo del dinero de los políticos.

Dominic Burbidge es ex-becario del programa Dahrendorf en el Colegio St Antony de Oxford, y miembro del equipo de Libertad de Expresión a Debate. Actualmente está realizando un doctorado sobre la política de Kenia y Tanzania en el Oriel College de Oxford, y escribe un blog sobre asuntos africanos.

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Comentarios (2)

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  1. Tu comentario está pendiente de moderación.

    Maandishi haya yamenivutia sana, hata hivyo neno «mshiko» hutumiwa nchiniTanzania, sio huku Kenya. Sina uhakika wa sawa wa neno linalotumika katika vyombo vya habari vya Kenya.
    Moja nyingi msomaji anaweza kukagua wazi ni nani ama ni maoni gani vyombo vya habari wanavyopendekeza….

    • Nashukuru. Ni kweli kwamba neno la mshiko umetoka Tanzania, ahsante. Labda katika Kenya tungesema chai au lunch, sijui. Pia, ni tofauti kuongea za rushwa katika kila nchi za Afrika (katika Kenya nafikiri kwa bahati mbaya ni kama kawaida).

  2. Perhaps scholars (especially those conducting extensive field research) are filling some of the void the author discusses–bringing us first-hand knowledge of conditions in these countries.

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Debate sobre la Libertad de Expresión es un proyecto de investigación del Programa Dahrendorf de Estudios para la Libertad en el St Antony's College de la Universidad de Oxford. www.freespeechdebate.ox.ac.uk

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