Después de dos años, ¿sigue siendo primavera en Túnez?

El 17 de diciembre de 2010 el vendedor ambulante tunecino Mohamed Bouazizi se inmoló -y comenzó la primavera árabe. A pesar de las presiones islámicas sobre la libertad de expresión y los derechos de las mujeres, Rory McCarthy continúa viendo una causa para la esperanza.

De primera impresión, la transición a la democracia en Túnez parece frágil. Más de 200 manifestantes fueron heridos, algunos de seriedad, en una opresión policial después de las protestas recientes en el poblado de Siliana. El gobierno electo, una coalición extraña entre islamistas y laicos, perdió apoyo: los diputados renunciaron a sus partidos y el presidente urgió una reforma ministerial. La nueva constitución debía completarse hace dos meses pero aún no está lista. Después de dos años de Mohamed Bouazizi, el vendedor ambulante de Sidi Bouzid que se prendió fuego a sí mismo y detonó una ola de levantamientos en la región, ¿se ha desarrollado la transición a la democracia en Túnez?

La presión económica jugó un papel muy importante en los levantamientos árabes y ésta sigue sin resolverse. El desempleo en Túnez incrementó a 19% el año pasado y no ha mejorado. El desempleo en los jóvenes alcanzó un 42%. Esta escasez de trabajo y la falta de recuperación económica están detrás de las manifestaciones en Siliana a finales de noviembre y probablemente de otras protestas que surgirán en los próximos meses. Ninguno de los partidos políticos rivales ofrecieron ideas audaces para la recuperación económica. El presidente de Túnez, Moncef Marzouki, advirtió este mes que la pobreza amenaza a la nueva Túnez: “Tendremos una revolución dentro de la propia revolución”, dijo al The World Today. ”La gente no le tiene miedo al gobierno. Tomarán las calles si no les damos una razón para que tengan esperanza de que su situación va a mejorar.”

En otros frentes, la transición en el último par de años ha sido positiva. A pesar de que un partido islámico, el Ennahdha, ganó las primeras elecciones después del levantamiento, Túnez ha evitado la profunda polarización y violencia que ha marcado la transición de Egipto a un gobierno islámico. En parte esto se debe a que el partido Ennahdha ha sido hasta ahora más moderado y pragmático que la mayoría de otros movimientos islámicos en la región. Esto también se debe a una tradición legalista que ha asegurado que los levantamientos sean seguidos por una transición ordenada y pacífica. De esta forma, hubo elecciones en octubre del año pasado para convocar a una asamblea constituyente, además de que no ha habido interferencia de los militares.

Muchos secularistas tunecinos estaban particularmente preocupados de que Ennahdha impusiera una dictadura ideológica y que censurara la libertad de expresión. Temían que Túnez regresara al control sofocante y autoritario que marcó al régimen de 23 años de Zine el-Abidine Ben Ali. Como un líder de oposición, Nejib Chebbi, alertó el año pasado: “Los tunecinos no quieren una ideología que restringa sus libertades”.

Algunos hechos generaron que esto fuera una preocupación genuina. En mayo, el titular de la estación de televisión privada Nessma fue condenado por disturbar el orden público y violar los valores morales al transmitir el filme animado Persépolis, que algunos críticos religiosos dijeron que insultaba el Islam al incluir una representación de Dios. En otros casos, exhibiciones de arte y proyecciones de filmes que han sido consideradas críticas del Islam han sido atacadas por multitudes violentas.

Sin embargo, las peores predicciones de los laicos no se han llevado a cabo. Aunque existe un amplio debate sobre la identidad de Túnez entre islamistas y laicos, esto ha resultado en más negociación que división. Cada vez que los islamistas han querido impulsar una propuesta controversial han tenido que limitarse.

El partido Ennahdha, animado por su victoria en las elecciones del año pasado, esperaba introducir una nueva referencia a la sharía, ley islámica, en la nueva constitución pero rápidamente retiró la propuesta. Rachid Ghannouchi, el líder Ennahdha, concedió al decir que la ley sharía causaba divisiones y que el concepto era muy “poco claro” para la mayoría de los tunecinos. Ghannouchi también prometió retener el Código de Estatus Personal, que garantiza los derechos de las mujeres y es de los más progresistas en el mundo árabe, y que los laicos temen que desaparezca. Cuando el Ennahdha redactó un artículo constitucional de manera ambigua declarando que las mujeres tunecinas debían desempeñar un papel“complementario” al del hombre, sufrieron muy fuertes críticas y más tarde lo retiraron. De esta forma, los islamistas eventualmente dejaron otro artículo que hubiera prohibido, en términos ambiguos y por tanto peligrosos, “todos los ataques a lo sagrado”. Ahora se espera que la mención de valores religiosos en la constitución sean relegados al preámbulo, aunque los islamistas todavía podrían intentar una ley de blasfemia en el futuro.

Dado su amplio paso en el parlamento, el Ennahdha ha esperado instalar una democracia parlamentaria, argumentando que ésta es la mejor forma de prevenir un regreso a las presidencias autoritarias. Sin embargo, otros partidos políticos temían quitar el islamismo mayoritario y preferían un sistema mixto en el que los poderes del parlamento estuvieran balanceados con la presidencia. De nuevo, Ennahdha fue forzado a conceder: el presidente de Túnez será elegido directamente próximamente. Las elecciones presidenciales y parlamentarias serán en junio del año que entra.

Dicho pragmatismo partidista no es una sorpresa. Incluso durante los años de Ben Ali, diversos grupos de oposición de diversas ideologías –islamistas, laicos y comunistas- se reunieron en un foro conocido como el Colectivo del 18 de Octubre y trabajaron juntos durante años para producir una visión conjunta de una Túnez libre. Los partidos acordaron una plataforma básica de derechos para las mujeres, equidad de género, y estado civil y no teocrático, y la libertad de opinión y conciencia. A pesar de que esta cooperación eventualmente se evaporó antes del levantamiento, ésta demuestra que la oposición política en Túnez no está tan alejada entre sí como parece.

Los compromisos del Ennahdha tienen mucho que ver con el manejo de las realidades políticas. El fracaso por introducir políticas económicas efectivas ha puesto al gobierno de coalición bajo presión popular. Al menos 20 diputados han renunciado de sus partidos lacios que comparten el poder con Ennahdha, reduciendo la coalición mayoritaria en la Asamblea Constitucional a solamente nueve votos. Una nueva oposición política ha emergido, el partido Nidaa Tounes, para confrontar al Ennahdha y ha congregado mucho apoyo bajo una plataforma anti-islam.

Las libertades políticas en Túnez no están aseguradas y el escalamiento de la crisis económica podría minar lo que se ha alcanzado en el frente político. Sin embargo, por ahora Túnez sigue siendo la transición más esperanzadora hacia la democracia desde que los levantamientos comenzaron.

Rory McCarthy estudia un Dphil en Estudios Orientales en St Antony’s College, en Oxford, en donde también es un investigador Dahrendorf. Previamente fue corresponsal del Medio Oriente para el periódico el Guardian.

Este artículo fue publicado en el Guardian Comment Network.

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Debate sobre la Libertad de Expresión es un proyecto de investigación del Programa Dahrendorf de Estudios para la Libertad en el St Antony's College de la Universidad de Oxford. www.freespeechdebate.ox.ac.uk

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